cronicas nocturnas

Crónicas nocturnas XXII:…

salir

October 18th, 2013

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4e6656ee8d24x691.jpg Crónicas nocturnas XXII:...

Recuerdo la noche en la que los cimientos de Saucepolis se tambalearon a causa de un pequeño animalillo inofensivo pero francamente repugnante. No, no es que las termitas amenazaran la estructura del edificio. Fue un pequeño roedor que se dignó visitarnos una noche de verano.

Cuando llegué a recepción encontré a mi compañera blanca como el papel, con gesto descompuesto y hablando por teléfono a toda velocidad.

-Si, si, corría de un lado a otro del cuarto de las maletas. ¡Claro que estoy segura!… Un ratón es un ratón, ¡Cómo iba a ser una lagartija!…

El cambio de turno fue más tenso de lo habitual. Me comunicó las novedades francamente deprisa y me informó de la intrusión del pequeño roedor justo en el cuarto de las maletas.

-Como te lo digo, lo vi esconderse debajo de la estantería, ¡Cada vez que pienso que hay un ratón ahí me dan escalofríos!

-¿Pero estás segura de que era un ratón?

Mi compañera me fulminó con la mirada. Era la tercera persona que ponía en duda lo que había visto.

-Lo digo porque hace menos de un mes que vino la empresa antiplagas para la revisión anual- añadí como pidiendo perdón.

-¡Pues se habrán equivocado!, o será un ratón mutante que soporta los raticidas, yo que sé, pero ahí dentro hay un ratón y estoy segura de ello.

Y mi colega se marchó, dejandome intranquilo y en compañía de un ratón, seguramente mutante, que correteaba impunemente por el cuarto de maletas. El hecho de que jamás se hubiera visto un ratón en el edificio y de que la empresa antiplagas fuera de garantías no me suponía ningún alivio.

Evité a toda costa acercarme al cuarto de maletas. Dios sabe la de enfermedades que puede contagiar uno de esos bichos si te muerde. Pero no iba a librarme tan fácilmente del roedor. Pocos minutos más tarde llegó el director del hotel con cara de preocupación.

-Tenemos que cogerlo, no podemos arriesgarnos a que alcance la cafetería durante el desayuno.

-Pero si seguro que se va por done ha venido. Además, estoy seguro de que lo que vio Gloria no era un ratón- mentí, con la esperanza de no tener que atrapar al pobre animalito.

-No podemos arriesgarnos, si está en ahí lo encontraremos- dijo con seguridad.

Las palabras, no obstante, reflejaban mucha más determinación que su cara. Tuve la sensación de que tenía tan pocas ganas como yo de entrar en el cuarto de maletas y enfrentarse al animal. Sospecho que mi sugerencia de que evitara ser mordido por si la rata tenía alguna enfermedad contagiosa no ayudó a su traquilidad.

Y efectivamente, mis sospechas quedaron confirmadas cuando comenzó a mover maletas con aprensión con la punta del zapato. Mi presencia de espíritu no era mucho mejor, y tras varios sobresaltos el ratoncito se había convertido en mi imaginación en una rata enorme, resistente a los venenos, cargada de enfermedades con los ojos rojos y los dientes afilados.

Aquella noche movimos todos los muebles del cuarto de maletas. Apartamos todas las maletas y objetos que allí había. Incluso desalojamos parte del almacén y la cocina para que el animal no tuviera donde esconderse si decidía aparecer. Pero la búsqueda fue infructuosa. Lo dejamos por imposible y cruzamos los dedos esperando que el ratón no apareciera antes que los encargados de la empresa antiplagas.

-Mañana voy yo a tener unas palabras con los de las plagas- dijo el director antes de irse a su casa, sospecho que a no dormir demasiado.

A la mañana siguiente se mascaba la tensión durante el desayuno. Los clientes abarrotaban la cafetería y se afanaban sobre las viandas del buffet ajenos a las preocupaciones del personal del hotel. La noticia de la presencia del roedor se había extendido como un reguero de pólvora entre la plantilla, y teníamos instrucciones precisas de abatirlo y deshacernos de él si decidía aparecer antes de que vinieran los de las plagas.

Cuando uno de los huéspedes pidió su maleta, que estaba en consigna, la preocupación de director se hizo patente.

-Yo me encargo, señora- dijo galantemente.

Se dirigió al maletero, abrió la puerta del mismo, retiró la enorme maleta de la señora y nuestro amigo hizo acto de presencia. El ratón pasó entre las piernas del director y se abrió paso hacia el gentío de la cafetería. Varios respingos y un par de gritos parecieron no alterar el paso del roedor. El director se abrió paso entre los huéspedes presto a abatir al animal de un certero pisotón con una valentía que me sorprendió. Aún tenía en la memoria la cara de angustia de la noche anterior.

-¡Micky!, ¡Cómo te estado buscando!- exclamó el nieto de la señora salvando al roedor de un pisotón mortal de necesidad.

El niño cogió el ratón entre sus manos y todos vimos con asombro que se trataba de un juguete a pilas sorprendentemente realista. Los huéspedes que se encontraban en la cafetería rieron, parte del personal del hotel lo hizo con menos ganas, pero el director se retiró con la cara hecha un poema para cancelar la llamada a la empresa de desinfección.

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