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Victoria Vera lleva…
Esta nueva Salomé -una “trágica hija de la pasión”, como la describiera el propio Wilde- se presenta respetuosa con el original en la letra y en el espíritu. Jaime Chávarri la ha concebido como “el último personaje femenino del teatro romántico”, aunque la obra no lo sea. “El texto de Wilde es también una meditación sobre lo terrible del poder, un manual de amores imposibles, un homenaje a la belleza del lenguaje”, según explica el director.
La Salomé de Oscar Wilde es un laberinto de pasiones, un drama familiar, un nudo claustrofóbico de odios antiguos y amores que estallan repentinos y abrasadores. Pero, sobre todo, es la obra de un poeta, un poeta británico, que la escribió en francés pero no se libró de la persecución de la censura ni en su literatura ni en su vida.
La figura de Salomé se ha presentado a lo largo de la historia como una mujer fatal, una belleza maldita que trae la destrucción. Una representación que ha sido fruto de la misoginia de una época que ahora, en nuestro tiempo, obliga a una revisión.
El montaje pretende, por lo tanto, ahondar en los conflictos interiores y deseos frustrados de los personajes, más allá del tópico de la Salomé perversa y sádica que nos ha pintado la historia y las sucesivas representaciones escénicas como un emblema de lujuria y depravación.
En esta Salomé de Jaime Chávarri y Victoria Vera, que regresa al teatro después de seis años, cobra protagonismo el espíritu del texto de Wilde que deja ver la lucha entre el ansia de belleza, vida y libertad frente al puritanismo victoriano de la época en la que fue escrita. Más cercana por lo tanto, a la imagen que de Salomé tenía el propio Wilde: “Mi Salomé es una mística, una Santa Teresa que rinde culto a la luna, y la danza es más metafísica que sensual”, según afirma la actriz protagonista.
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via:ociopormadrid